No te culpes, no siempre es hambre. Aunque algo te empuje a picar algo «rápido», a repetir sin saber muy bien por qué o a abrir un envase sin hambre… No es que tengas menos fuerza de voluntad que tus padres o abuelos.
Es porque vives en un entorno alimentario radicalmente distinto al de hace unas décadas. Ahora muchos alimentos no están pensados para saciar, sino para gustar mucho, rápido y a menudo. Para que queramos más, y más, y más…
En nuestros retiros de ayuno lo vemos constantemente. Personas informadas, conscientes, incluso muy cuidadosas con su salud, que aun así sienten que les cuesta parar, elegir o sostener una alimentación equilibrada. No porque no sepan qué es saludable, sino porque el entorno juega en contra.
Por eso hoy queremos profundizar en los alimentos ultraprocesados. Esto no va de demonizar productos concretos, ni de listas negras, ni de prohibiciones absolutas. Va de entender qué estamos comiendo realmente, por qué ciertos productos enganchan más que otros y qué implicaciones tiene su consumo habitual para la salud.
¿Qué son realmente los alimentos ultraprocesados?
Procesar alimentos no es algo moderno ni negativo en sí mismo. Cocinar, fermentar, secar o conservar han sido prácticas esenciales durante siglos. El problema no está en el procesado, sino en el grado y el objetivo del procesado.
La clasificación NOVA: una forma distinta de mirar la comida
Para aclarar esta confusión, muchos investigadores utilizan la clasificación NOVA, que ordena los alimentos por su nivel de transformación industrial:
| Grupo | Descripción |
|---|---|
| Grupo 1 | Alimentos frescos o mínimamente procesados (frutas, verduras, legumbres, huevos, pescado, frutos secos) |
| Grupo 2 | Ingredientes culinarios (aceite, sal, azúcar) |
| Grupo 3 | Alimentos procesados tradicionales (pan, queso, conservas sencillas) |
| Grupo 4 | Alimentos ultraprocesados |





